El espejo, el agua y el reflejo

Un visión poética del reflejo


Desde hace mucho tiempo el hombre ha tenido la necesidad de mirarse así mismo, de auto reconocerse ante la otredad, de exteriorizar la imagen subjetiva que se tiene de sí mismo. De ahí surge la necesidad del reflejo. Es evidente que el primer ser que logró percatarse de su reflejo, lo logró en al agua. El primer reflejo nació quizá en el mar, en el río, en el lago o incluso en un pequeño charco. Esto sin duda nos remite al viejo mito de Narciso, aquél joven tan bello que murió al ver por primera vez su reflejo,  al descubrir su belleza en el reflejo del río y quedar profundamente enamorado de sí mismo. Es un hecho que todos disfrutamos mirarnos en el espejo, contemplar lo bello y horrorosos que somos, todos guardamos un pequeño Narciso en nuestro interior.


Pero, ¿De verdad el espejo es el reflejo del mundo? ¿De verdad refleja y copia exactamente las imágenes de la realidad? ¿Qué vemos cuando vemos en el espejo? ¿El agua y el espejo reflejan lo mismo?

Reflexionemos sobre el reflejo. Consideremos dos tipos de reflejo: el reflejo del agua, y el reflejo del espejo. Es evidente que existe una profunda diferencia entre estos dos tipos de reflejos, es decir, el mirar tu rostro sobre el tierno bamboleo de un lago, sobre el constante fluir de un río, no es lo mismo que mirarte frente a un espejo, frente a esa placa fría de metal bañada de mercurio.


El agua y el reflejo

El reflejo del agua naturaliza el reflejo, lo proyecta de una forma natural, es un reflejo diseñado por la naturaleza. Además, el reflejo del agua; sugiere, inventa, y modifica la imagen reflejada, esto es; entre ese ligero movimiento ondulatorio, entre ese respirar de la naturaleza, el agua sugiere y proyecta nuevas formas, nuevos colores, le proporciona profundidad y flujo a nuestro rostro. El reflejo del agua da movimiento al reflejo, hace que el reflejo mismo cobre vida, cuando nos miramos en un lago o en un río nuestro rostro es un suspiro del agua, el agua embellece el reflejo.



El espejo y el reflejo 

El reflejo del espejo, por otra parte, virtualiza el reflejo, nos ofrece un reflejo exacto y certero, el espejo no da movimiento, proyecta con “exactitud” los colores y las formas. El espejo no sugiere, crea ni inventa, tan sólo capta la luz y la materializa. El reflejo del espejo, no embellece el reflejo, sino que al contrario, muestra los defectos y las imperfecciones.

En este sentido, podemos decir que el reflejo del agua nos engaña, pues nos ofrece un reflejo embellecido por la naturaleza, nos muestra un reflejo que en su constante movimiento es variable e impreciso, es fugaz. Pero el reflejo del espejo, al virtualizar la imagen también modifica lo reflejado, dentro de su exactitud y certeza, también nos muestra un reflejo impreciso, el espejo descompone en su profundidad nuestro reflejo, esto puede observarse muy claramente si nos miramos por largo tiempo sobre el espejo, de pronto no nos reconocemos, el espejo nos cambia, por lo tanto también nos engaña.


En el reflejo del agua se encuentra Narciso engañándonos de nuestro reflejo, queriendo que quedemos hipnotizados con nuestra imagen y terminemos ahogados en las profundidades de nuestro narcicismo. En el reflejo del espejo, se encuentra una puerta de cristal que nos proyecta a nuestro doble, nos muestra una realidad virtualizada y modificada. El reflejo del agua es constante y fluido, el reflejo del espejo es inmóvil y certero. Agua y espejo, ambas son dos puertas que atraviesan nuestra percepción. 

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